El cerebro controla nuestra manera de vivir. La forma de entender o asumir los problemas del día a día, pueden llevarnos a padecer lo que actualmente se conoce como estrés crónico. Aunque mantener cierta tensión puede ser positivo para tratar de solucionar los problemas cotidianos a los que todos nos podemos enfrentar, nuestra incapacidad para desactivar esta respuesta fisiológica hará que los problemas no tarden en aparecer.
Esto supone la activación de dos vías que parten del cerebro:
- Eje Hipotalámico-Pituitario-Adrenal
- Eje Cerebro-Intestino.
El estrés crónico (producido por grandes tragedias o sobrecargas mantenidas en el tiempo, incluidas las de origen físico), pone en marcha activación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal donde el factor liberador de corticotropina (CRF) viaja desde el hipotálamo hasta la glándula pituitaria e induce la liberación de otra hormona, la corticotropina (ACTH) la cual a través del torrente circulatorio llega hasta las glándulas adrenales para liberar cortisol (y adrenalina), que es un supresor potente del sistema inmune y de la inflamación.
Por otro lado los efectos de niveles altos de cortisol de forma crónica propician un proceso de hiperglucemia, que también afectarán al cerebro, acelerando el envejecimiento y provocando la pérdida de neuronas en el hipocampo (parte del cerebro encargada de la formación de nuevos recuerdos) de manera irreversible.
¿Y a nivel intestinal hay algún tipo de relación?
Existe una comunicación bidireccional entre el cerebro y el tracto gastrointestinal a través del nervio vago denominado eje cerebro-intestino, esta vía mantiene el contacto en ambas direcciones de tal forma que una alteración intestinal podría tener su afectación cerebral y viceversa, formando un circulo vicioso que se retroalimenta constantemente.
Por ejemplo, la inflamación del intestino propiciada por una modificación de la microbiota intestinal puede ser el origen de una serie de trastornos psicológicos en el cerebro. Esto debería poner en marcha una serie de mecanismos para mediar en la respuesta inflamatoria surgida en el sistema digestivo, pero al no ser suprimida, acaban retroalimentándose el uno al otro con consecuencias funestas para ambos.
Problemas como gases, inflamación, estreñimiento, diarrea, o dolor de tipo abdominal pueden afectar de forma desproporcionada a nuestras emociones mediante conductas agresivas, de ansiedad, de enojo, de tristeza, de depresión, de miedo, etc,
Aunque en muchas ocasiones la causa o el motivo no exista como tal, la falta de motivación, la apatía, la desgana y la dificultad para recordar ciertos acontecimientos también podría estar detrás de los procesos mencionados.
Si estos comportamientos no desaparecen rápidamente, conviene actuar para evitar que, por el mecanismo de retroalimentación mencionado, derive en un problema grave.
El gran error consiste en intentar realizar cambios ” a medias”, lo que supone sacrificarse para no sólo no obtener todos los resultados esperados, sino para agravar el problema.
No cambies el mundo, cámbiate a ti mismo!
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